Buenos Aires: "La Reina del Plata"...
... que acaricia la margen derecha del río más ancho del mundo, generando un estuario que invitó desde todos los tiempos a ingresar en él.
Territorio originalmente llano y sin árboles ocupado por grupos aborígenes bravíos, belicosos, que aparecían y se dispersaban a gran velocidad por las extensas pampas.
Fue Juan Díaz de Solís el primero en intentar algunos nombres para estos parajes, denominando Mar Dulce al estuario del Río de la Plata.
Fundada 2 veces, la primera por Don Pedro de Mendoza en 1536 y la segunda por Juan de Garay en 1580. Los colonizadores armaron en la ciudad un damero típicamente español y repartieron los predios entre los primeros fundadores.
Tierra bendecida, donde ningún europeo tuvo que romper arados por lo blando del suelo, carente de rocas (cosa que no ocurre en todo el territorio español), cualquier cultivo prosperaba en ciclos vegetativos amparados en veranos prolongados y en tierras loessicas que además contaban con un régimen pluviométrico privilegiado.
El pequeño poblado se transformó en aldea y más tarde dio origen a una ciudad pujante que, en el siglo XVIII, pasó a ser la capital del Virreinato del Río de la Plata. El 25 de Mayo de 1810 se sintieron gritos de libertad, la independencia del territorio estaba muy cerca en el tiempo.
El General San Martín bregó por lograrla, pero teniendo en su corazón el ideal de una América unida, que por egoísmos particulares y enconos territoriales no pudo concretarse.
Buenos Aires no tardó mucho en hacer sentir su hegemonía, su salida al océano y el pensamiento de los hombres más ilustres de la república.
Todo esto le acarreó muchos problemas con el resto de las provincias, que amparadas en caudillos casi feudales no tardaron en revelarse contra la ciudad-puerto.
Su fisonomía general fue cambiando por el arribo masivo, casi millonario de europeos que llegaban en enormes barcos que nunca tuvieron tanto trabajo, como en las últimas décadas del siglo XIX.
Las calles se llenaron de comerciantes españoles, italianos, franceses y muchos otros que atraídos por la pujanza de su historia comenzaron una vida nueva en esta tierra prometida.
Se necesitaban muchas manos para esta obra... la tarea de construir un país...
Y así todo comenzó con el puerto y la ciudad a sus orillas.
El adobe fue reemplazado por los ladrillos, miles de hornos surgieron en los alrededores de la ciudad, los diseños de los edificios eran monumentales, casi réplicas exactas de los estilos franceses e italianos que reverdecían en Europa.
La ciudad-centro había definido el sentido de la nueva nación.
Todos los caminos llegaban a Buenos Aires, sus granos para exportación arribaban al puerto, los ferrocarriles se tendían en tiempo record, la aldea se había convertido en una gran urbe.
Aumentó la cantidad de habitantes, la instalación de comercios, el consumo medio de los porteños, la cantidad de automóviles, la tasa de accidentes de tránsito, el standard de vida y la construcción de edificios.
Una ciudad luz que impacta en una primera visita, una ciudad que hizo suyo el tango, que recuperó sus calles y cortadas, que invita a caminarla, a sentirla paso a paso... imperdible una buena cámara fotográfica para plasmar el detalle que en el apuro solemos obviar.